Harry Potter - Golden Snitch

jueves, 21 de agosto de 2014

Alicia en el país de la magia

Andaba una inocente Alicia husmeando por internet, hará uno o dos años, y encontró algo que se llamaba si no recuerdo mal “Campus Potter”, cotilleó un poco a ver de qué se trataba y comprobó que era un campamento ambientado en Harry Potter, en el mundo mágico, en Hogwarts, la llamó mucho, demasiado la atención, pero no se planteó ir en ese momento.

Pasó el tiempo y el término “Campus Potter” volvió a presentarse en su vida por circunstancias especiales ¡Su hermana iba a ir de monitora a dicho campamento!

Alicia ya miraba el Campus con otros ojos, con una oportunidad más viva, más real, sus padres no tendrían excusa para no dejarla asistir a aquel lugar, que era especial, único y maravilloso, pero eso ella todavía no lo sabía…

Empezó a conocer a más novatos como ella, que compartían las mismas ilusiones y ganas de acudir a la sierra norte de Madrid, a pasar una semana ajenos al mundo muggle que tan aburrida tenía a Alicia, los no tan novatos aparecieron también, soltando algún que otro detalle sorpresa para los novatos…

Aún quedaban más de 100 días para que llegara el tercer día de agosto, pero ya casi se podía palpar la magia…

Los días pasaban, los nervios estaban a flor de piel, nuestra protagonista estaba que no se lo podía creer, iba a vivir una experiencia TAN estupenda (menos de lo que luego comprobaría), sus compañeros, que ya eran amigos, se encontraban igual, preparativos por aquí, varitas por allá…

Llegó el día tres, y aún con todo lo que la habían contado a nuestra individua, ella no sabía cómo se iba a sentir al llegar a la estación de Atocha, cómo iba a reaccionar al ver a toda esa gente fantástica con la que llevaba meses hablando…

¿Queréis saber cómo la fue?

Fantástico, genial y maravillosamente perfecto.
Abrazos, risas, grititos… algo único.

Nos subimos al autobús, llegamos al albergue y…

Alicia estaba en Hogwarts.

Vio el brillo de los ojos de los monitores al vernos a todos los novatos y veteranos, adentrándonos en el Callejón Diagon, sus enormes esfuerzos estaban recompensados cuando veían como disfrutábamos, como reíamos, como nos sentíamos en casa.

Allí el tiempo parecía como si se hubiese parado, como si el mundo muggle siguiera su curso y ellos hubieran entrado en una “dimensión” diferente, donde los minutos pasaban de una forma distinta, Alicia no sabía cómo explicarlo, pero si sabía que se sentía diferente.

Un momento que ella no olvidará jamás, es cuando entró en el gran comedor, siguiendo la comitiva del resto de novatos, la forma en la que los veteranos los acogían, el modo que los monitores, ya profesores, les miraban.

Y cuando dijeron su nombre para que el sombrero seleccionador la destinara a una casa… ese momento fue increíble para ella, pero ya cuando dicho sombrero pronunció “¡Slytherin!” explosiono de felicidad.
Pudo sentir, desde el mismísimo momento que se sentó en la mesa con el resto de culebrillas, que estaba con la familia, una familia distinta a la muggle, pero no por ello inferior.

Sintió el acogimiento, las sonrisas, cómo el término “juzgar” solo existía en la clase de Artes Oscuras cuando robaron la varita al profesor Amycus.

Transcurrieron los días, cada uno más mágico que el anterior, y nuestra Alicia no pensaba en el último, ni se imaginaba cómo iba a sentirse el día 10 por la tarde…

Y el odiado día llegó.

La angustia, la impotencia, la rabia, la tristeza, la carcomían por dentro.

Una enorme incomprensión de por qué razón se tenía que separar de su familia.  
No era capaz de entender que esas maravillosas personas que había conocido tenían que irse lejos.

Lágrimas, abrazos, más lágrimas, y tristes despedidas inundaron Hogwarts aquel triste 10 de agosto, tristeza que se transportó hasta Atocha de nuevo.

En la estación, Alicia se veía una semana atrás, casi sin conocer a nadie, asustada, y se veía en ese mismo momento y no se lo podía creer, no podía creer como en sus 16 años de vida no había conocido a gente como la que conoció en esos 7 días, gente a la que ahora podía llamar familia.

Familia, alumnos y monitores incluidos, a los que Alicia ahora tiene que agradecer todos sus esfuerzos, todas sus ganas, para hacerla sentir tan especial, en serio, gracias.

Alicia se impuso, para su bienestar propio, esta “frase”:

«No es un adiós, es un hasta luego»


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